domingo, 5 de abril de 2009

poema de Roberto Yañez


EL VERBO QUEBRADO

A lo que siempre respondo no.Lo que no peso ni acomodo especialmente.
Lo que destaca mi ansia y niego con esto cualquier tontera resurrecta,
O la esperanza en cualquier lugar.
Es lo que mas bien se retrata automáticamente:
Ni ley ni caos: Me envenenan la exactitud con que solicito palabras,
Nunca el lugar sostendrá las palabras que de otro modo sostenidas todas
harían la razón de la herida.
Falta aún el gran templo, urgente poema que acude con velocidad,
Mis cuerdas en grito mayor, sin nada en las manos la felicidad.

Aun pretendo ocultar el sujeto a semejantes ocurrencias,
escapa el tono y se abre entra tantas cosas que se cierran,
es incluso sospechoso besar el equilibrio con tanta memoria desangrada.
Es incluso simulacro la mayor gloria entre los hombres,
sostener estas cosas mientras el volumen obedece a la bondad,
administrada en un lugar que el tiempo asalta desde el misterio,
el cerebro gato infiel y códigos que definen el silencio,
que parecía provenir desde la voluntad y sus evoluciones.

Pero el primitivo aún rompe todo cristal y se antepone siempre como un gesto,
esperando a lo sumo una sugerencia poderosa:
El espejo aguarda en las líneas mentales no suprimibles,
geometría psíquica, un procedimiento del azar ante las palabras alimentadas por un antiguo plan,
y excedo la hoja, razón en un constante cuestionamiento
a los hijos del horizonte que pasan envueltos en fuego bautizando las repeticiones,
en la primavera que comienza en los libros obstinados:

Y lo que quita el poema que puede ser muerte o madre,
y el vuelo negado por los empleados del gran problema,
abajo entre las heridas de las piedras que coaccionan las fuentes de mi río ascendente,
en un lugar del tiempo el poema quita lo que no nombro ni sujeto,
con una boca gigante y amarilla regreso desde los pozos al desierto ovalado,
a los frenos del sol que funcionan ininterrumpidamente desde los esqueletos
cada hora desplazados.

Y donde pese a todo puedo ser yo, pese a las divisiones que impone el motor de los libros,
antes que se apaguen los restos humanos, en un interminable sortilegio monótono,
sumando y restando , espíritus que vuelcan el oráculo para entregar la sangre al libro.

Solitario aquel que sabe lo que ocurre ,
solitario succionando las comas a lo inacabado,
y hay quienes lloran con pequeños aparatos en las axilas,
y persiguiendo los nexos con interpretaciones más altas,
y entregando un código maduro a los desconocidos que atraviesan las paredes,
y así haciendo pasado incesantemente,
una fábrica de pasado que asoma a los cuadros su nariz oxidada,
Las reminiscencias de las masacres que todos los hombres despiertos oímos.

El verbo quebrado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estar despierto puede ser buena idea.